Antes del colegio, cuando el mundo aún olía a pan tostado y no había correos urgentes ni móviles que vibraran sin parar, estaba ese momento sagrado: el desayuno.
Un tazón grande de Cola Cao (con grumos, claro), las galletas María flotando como náufragas, y mamá o papá diciéndote que te dieras prisa, que se hacía tarde....