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Game Over: Los Recreativos Cerraron

Game Over: Los Recreativos Cerraron

Hace pocos días, concretamente el día 30 de Julio 2012 abrió por última vez sus puertas los Juegos Recreativos "La Choza" o "La Chocita", situados en la C/Plaza de Toros número 14 de Alcalá de Henares. Después de más de 40 años, - su inauguración se produjo el 28 de Enero de 1972- colgaron el cartel de"Game Over" y muy seguramente ya no aparecerá un mensaje de "Insert Coin" para volver a jugar en su sala decorada de color verde militar, otra partida al Galaxy, al Tetris o a sus futbolines o billares. Otro negocio histórico que cierra sus puertas, otro   lugar dentro de mi imaginario infantil y juvenil que desaparece, otro santuario que se esfuma y se evapora para ser reemplazado por un chino de los que abren 24 horas.  De seguir así nos vamos a quedar en el chasis, ya no solo nos quitan lo material, sino que se llevan nuestros referentes, nuestros recuerdos, lo que lleva con nosotros desde que tenemos memoria. Nos dejan huérfanos de lo que más duele, porque sin recuerdos que somos, nada.

                       

Cuarenta años en un negocio como han estado primero sus padres y luego los hermanos Luis y José Antonio, son muchos años. Ellos no solo pierden muchos recuerdos, sino su negocio, su forma de vida, seguro que ellos tampoco tienen muchos recuerdos sin sus "Juegos Recreativos".  He de reconocer que antes de pensar en hacer este blog-homenaje desconocía cuando se habían abierto "Los Juegos", yo desde que tengo uso de razón estaban ahí, pero me sorprendió sobremanera que fuese en a principio del año 72, porque la verdad que las primeras maquinas recreativas, más conocidas como "Marcianitos" empezaron a funcionar en forma de negocio sobre esas fechas, lo que hace pensar en lo innovador y valientes que fueron sus fundadores, ya que era el comienzo de una actividad y no se sabía muy bien como iba a resultar. Aquí mi modesto homenaje por su valor y entrega.

Estoy seguro que mucha gente los va a echar de menos. Especialmente los antiguos alumnos del colegio Stmo Cristo de la Victoria, que estaba situado a escasos metros del local, concretamos en la calle Luis de Torres. Todavía recuerdo la ilusión que me hacía pasar con mi madre por delante de "Los Juegos" cuando salíamos los domingos de misa de la Parroquia de San Diego. Pasar por su cristalera recargada de chucherías, bolsas de conguitos, bolsas de pipas Churruca, sobres montaplex de todos los ejércitos y guerras, y unos sobres sorpresa con muchos colores que valían 5 pts que particularmente me llamaban la atención, ya que siempre me ha encantado la palabra "sorpresa". Yo siempre insistía a mi madre que me diese un duro y al final siempre conseguía algún pedacito de ese universo que estaba en el escaparate.

                          

También recuerdo con ilusión y deleite el mostrador de chucherías de madera protegido por un cristal, donde se vendía desde las más variopintas gominolas, pasando por galletas Cuetara con sabor a limón, a nata, a chocolate, chicles de peseta, regalices rojos y negros, cigarros sueltos  -entonces se podía fumar porque todos éramos más libres-. Ahora al realizar estas últimas fotos aparece ese mostrador vacío, como metáfora de lo que  ha sido y lo que ahora se es. Los dueños decidieron regalar un poco de alegría entre sus últimos clientes, y regalaron los pequeños tesoros que durante años y años ha contenido ese mostrador.

                                               

Los alumnos del colegio teníamos prohibida la entrada a "Los Juegos". Muchos de mis compañeros lo recordaran. Si íbamos teníamos que hacerlo a escondidas de padres y de profesores. Nunca entendí el porqué. Me imagino que eran otros tiempos donde el juego todavía se consideraba algo delictivo, y los locales donde se podía jugar, sitios peligrosos. Pero nada más lejos de la realidad. Recuerdo a Don Santos, el director de mi colegio, pegando pescozones a diestro y siniestro por salir de allí, o habernos visto entrar. De hecho como teníamos turno de mañana y de tarde, siempre quedábamos antes de entrar al colegio para jugar un frontón  con  la mano -recodáis las pelotas amarillas de goma- en los pisos de enfrente de "Los Juegos" y luego comprar el suministro de golosinas para hacer las tardes más amenas. 

Pasaron los años y dejamos el colegio. Empezaba una nueva etapa, el Instituto.  Nos alejábamos del barrio que nos había visto crecer. Ese barrio de casa antiguas, que formaba un pequeño microcosmos. En mi caso concreto, me pasaba la vida por esas calles ya que practicaba Yudo -entonces muy de moda- y lo practicaba en el gimnasio del colegio. Y también estaba apuntado a mecanografía, por lo que no salía de aquel laberinto de casas bajas y antiguas. Para más inri, mi comunión la realice en la parroquia de San Diego, y yo iba a misa a dicha parroquia con mi madre, en la misa infantil que hacia Don Ángel los domingos a media mañana. Como para no querer a ese barrio. Pues lo que parecía que iba a ocurrir nunca llego a pasar. Los juegos fue el sitio ideal escogido para quedar los sábados por la tarde antes de salir a tomar algo.  Y allí echarnos unos futbolines y unos marcianitos. Los futbolines de toda la vida, en plan profesional,  jugados "sin media ni guarra", el que quedaba a cero pasaba por debajo del futbolín, y el que perdía daba paso a otra pareja que quería jugar, eso si pagaba el que entraba. La de horas y horas que hemos estado allí todos los amigos.  También si te cansabas cabía la posibilidad de jugar a unos marcianitos. En la época que os hablo, finales de los 80 y principios de los 90, estaba muy de moda el "Tetris" y su musiquita pegadiza. Y seguía funcionando muy bien las máquinas de naves, aunque ya empezaban a despuntar otro tipo de juegos con gráficos más elaborados. También había billares tanto americanos como para jugar a tres bandas que aun hoy los conservan, así como conservan viejas máquinas Arcade que funcionan con monedas de 5 pts y 25 ptas. Antes de que cerrasen me pude permitir el lujo de jugar 10 partidas a una de naves invitado por José Antonio, que muy gentilmente cuando me vió como miraba con nostalgia las maquinitas, y me dijo: "Toma, date un capricho, y te quitas el mono", y así lo hice.

         

          

          

En la fotografías podemos apreciar como se ha mantenido durante todos estos años la misma esencia del local. Es como entrar en un túnel del tiempo. Solo la presencia de una maquina de refrescos con diseño muy de los 90 y una maquina de dardos rompen el encanto de los 70's y 80's.  Sin embargo los ventiladores rojos colgados de las paredes, una maquina de música Jukebox -alucinante- y una colección de cristales serigrafiados pertenecientes a maquinas del millón o pimball, le dan un toque vintage que nos evoca a otras tiempos, no siempre mejores pero si muy añorados. 

                                       

          

          

           

           

Todavía el establecimiento posee varias máquinas del millón de los 90, esas que era muchos más sofisticadas, con bolas cautivas, rampas, looping y demás memeces. Para mi gusto, las maquinas del millón solo necesitaban muchas dianas,  timbres y luces, así como un buen dibujo. Todavía recuerdo una concretamente que había una de motocross, que te daba un montón de bolas y partidas extras, me encantaba, sobre todo el sonido que se producía cuando te daba una "especial", ese chasquido duro. Y había una de terror, con una mujer estilo vampirella que adornaba la rampa, y que era súper rápida, con los mandos muy estrechos. Era  súper difícil. Esa no te daba ni las gracias. 

Bueno, después de este paseo por el tiempo, ya solo me queda despedirme de "Los Juegos", como aquel que se despide de un amigo que llevas con él toda la vida. Con el que tiene muchos recuerdos compartidos, con el que ha vivido momentos únicos e irrepetibles. Con el que hay momentos que por cuestiones de la vida te dejas de ver, pero sabes que sigue estando ahí por si lo necesitas, aunque solo sea para recordar viejos tiempos. Es duro despedirse de lo auténtico, de lo original, de lo genuino, porque ahora todo es virtual, hasta los sentimientos. Porque es difícil despedirse de un sitio que representa momentos en los que todavía las personas hablaban y se relacionaban entre ellas sin necesidad de medios tecnológicos, quedando en sitios como este, o en bares de barrio.  Porque el hombre todavía era animal y necesitaba de otros animales para sentir emociones, y para dar y recibir valores. Porque simplemente cualquier tiempo pasado fue mejor... por todo ello muchas gracias por haber existido y haber aguantado.

Mi agradecimiento más cordial a los hermanos Luis y José Antonio por dejarme realizar las fotografías que podéis ver, y por atenderme como siempre lo han hecho, con total simpatía, incluso en estos momentos tan difíciles. Espero que si leen este blog, todo sea de su agrado porque todo está escrito desde el más profundo sentimiento de cariño, y guiado por la nostalgia de los años. Mucha suerte en vuestra nueva etapa. Mucha suerte "jefe".

              

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